La formación es un «fenómeno» cada vez más potente. Está lleno de cursos y jornadas, así es. Propuestas para todos los gustos que nos obligan a elegir y es que ¡no llegamos a todas! Así que uno se fija en el título del evento, analiza el horario y, si es un poco tiquismiquis, incluso investiga al ponente. Entonces, con toda la ilusión, cierra el ordenador pronto, se calza el abrigo y va a aprender cosas nuevas. Al fin toca salir de la rutina y reciclarse un poco… Suena bien, ¡¿no?!
Sin embargo, todo esto puede torcerse en abrir y cerrar los ojos. Llegas al sitio, saludas a algún conocido y te preparas a «absorber» todo el conocimiento que puedas del ponente (cuyo CV habías indagado ya, recuerda). Este empieza su exposición. Según tu grado de (im)paciencia le darás 5′ o alguno más para que te seduzca. Algunos contenidos te parecen interesantes, otros no tanto. Hasta que llega el momento (insalvable) en el que ponente se despeña y comienza a hablar de la Coca-Cola…
¡¿Por qué hablar del caso de la Coca-Cola?! Tú no lo entiendes. Nadie lo entiende. No tienes nada que ver con la Coca-Cola. Tu empresa no tiene nada que ver con ella. Y la mayoría de los que están en el público se encuentran en la misma situación. En ese exacto momento sabes que la has fastidiado, que no deberías haber ido a ese evento, que te has «regalado» un paseo pero que aprender, lo que se dice aprender… como que no.
Y es que el fenómeno del «coke-lover-ponente» es un drama que denota algunas cuestiones y una duda:
- El caso de la Coca-Cola está muy visto.
- No aporta ninguna clave para la reflexión ni para la acción al común de los mortales.
- El ponente / formador no adapta su taller a las necesidades del público: va con su cut&paste por ahí.
- Al ponente, ¿le interesa el «bien» de su público»?
Y ante eso, uno podría plantearse:
- Para aprender de Coca-Cola, me veo algún youtube de un potente que analice el caso.
- Desplazarme a una formación que es exactamente igual que lo que podría ver desde la pantalla de mi escritorio no tiene mucho sentido.
- Los eventos del siglo XXI no deberían ser iguales a los del siglo pasado.
No queremos perder nuestro (valioso y escaso) tiempo. Al ir a un evento buscamos motivación, nuevos aprendizajes y experiencias. Queremos llevarnos algo a casa y no irnos tal como hemos vuelto.
Por eso, querido ponente / formador, ¡no caigas por los derroteros de la Coca-Cola! Piensa en las necesidades de tu público,adapta tus ejemplos, genera experiencias.
Las ponencias del siglo XXI deben evitar esto. Ese es el futuro. Ese debería ser el presente. ¡¿No te parece?! ¡Danos tu opinión!