Te encuentras con un viejo conocido. El tipo es un crack y siempre te ha caído bien. Y tú a él. Charlan un rato y se reparten sonrisas. Él te pregunta por tus cosas y te ofrece su ayuda desinteresada. La despedida se cierra con un «llámame, que yo te pongo en contacto con unos y otros». Y tú piensas qué tío más majo. Te vas con alegría y… Y ahí es cuando esta bonita historia de reencuentro llega a su fin. No lo vuelves a llamar. No le escribes. No nada. Y así, el buen rollo y las buenas oportunidades se esfuman. Pero, en verdad, no es que se esfumen: ¡tú te las pierdes! ¡tú las dejas ir!
Entonces hoy te (nos) hacemos la pregunta: ¡¿por qué lo hacemos?! ¡¿por qué no nos ayudamos?!
Aquí van algunas hipótesis:
- Crees que el otro te ofrece palabras bonitas pero que no conducirán a nada. No pruebas, pones el «no» por delante.
- Tienes la cabeza en la luna de Valencia y se te pasa…
- Te acuerdas pero te da vergüenza. Y dejas que pase.
- No es que no lo hagas. Simplemente lo pospones. Una y otra semana.
¡¿Te sientes identificado?! Si tu respuesta es que sí, intentaremos que cambies de idea:
- Si alguien quiere facilitarte contactos o la entrada a nuevos proyectos… Aprovecharlo es la mejor forma de darle las gracias por esta posibilidad.
- ¡¿Estás centrado en tu empresa?! Apúntate las cosas en tu agenda y no dejes que pasen.
- La vergüenza es tu principal enemiga. Si alguien te ofrece algo, ¡es porque puede hacerlo!
- Posponer es mala política. Las oportunidades pasan y ¡caducan!
Recuerda, en estas situaciones se ve tu poder comercial y este se refleja en tus ventas. Así que espabila y… ¡No dejes pasar ni una oportunidad!